No hay ninguna esperanza
de que todo se arregle
de que ceda el dolor
y el mundo se organice.
No hay que confiar en que
la vida ordene sus
caóticas instancias
sus ademanes ciegos.
No habrá un final feliz
ni un beso interminable
absorto y entregado
que preludie otros días.
Tampoco habrá una fresca
mañana perfumada
de joven primavera
para empezar alegres.
Más bien todo el dolor
invadirá de nuevo
y no habrá cosa libre
de su mácula dura.
Habrá que continuar
que seguir respirando
que soportar la luz
y maldecir el sueño
que cocinar sin fe
fornicar sin pasión
masticar sin desgano
para siempre sin lágrimas.
Borges, al hablar de la poesía, recuerda una “definición platónica”: “esa cosa alada, liviana y sagrada”, nada mejor para empezar mi pobre consideración. Pero entiendo que no debo dejar pasar este momento. Es una forma de homenaje a quien marcó caminos a quien recorrió de forma magistral, en el amplio sentido del término, este camino de letras que la une a tantos, incluso a un poeta menor de antología como yo.
No quise recorrer ninguna de las muchas críticas al respecto de su obra para rendirle mi homenaje a esta mujer que, imposible decir otra cosa, es sacrílego desconocer.
Así que estas líneas serán eso, una impresión y un homenaje a quien, muchas veces parece dueña indiscutida de la noche y del dolor del recuerdo. Ese recuerdo que se trasforma en palabras, que sostienen una contemplación otra de la existencia que se parece al vacío:
Entonces soy los pinos[1]
soy la arena caliente
soy una brisa suave
un pájaro liviano delirando en el aire
o soy la mar golpeando de noche
soy la noche.
Entonces no soy nadie.
Personalmente rescato el trabajo minucioso y delicado, tarea de artífice ejemplar de la palabra. En estos tiempos que cualquiera (también hago mea culpa) “sube” “poemas” y se cree poeta. La obra de Idea no sólo no es extensa sino que además es un diamante pulido hasta la perfección.
La poesía de Idea es como un tesoro que disfrutamos más si nos lo revelamos en la intimidad de la soledad, en el delirio placentero del recuerdo y la confirmación del abandono:
Uno siempre está solo
pero
a veces
está más solo.[2]
Pero también se comprende, aviva la noche en la que es doble el silencio[3], porque la conciencia de lo precario del amor lo eleva:
Sabés
dijiste
nunca
nunca fui tan feliz como esta noche.
Nunca. Y me lo dijiste
en el mismo momento
en que yo decidía no decirte
sabés
seguramente me engaño
pero creo
pero esta noche me parece
la noche más hermosa de mi vida.
Existe también una sutil ironía que, quizás por lo sutil o su carácter de verdad que no nos gusta asumir, no se reconoce (recuerdo mis lecturas críticas que, confieso, no he repasado puedo, pues, equivocarme). Ironía emparentada con el concepto de amor; recuerdo aquí cualquiera de “Los amantes” de René Magritte o un Julio Cortázar en el poema homónimo diciendo:
¿Quién los ve andar por la ciudad
si todos están ciegos?
………………………….
Son los amantes, su isla flota a la deriva
hacia muertes de césped, hacia puertos
que se abren entre sábanas.
…………………………
Amanece en los carros de basura,
empiezan a salir los ciegos,
el ministerio abre sus puertas.
Los amantes rendidos se miran y se tocan
una vez más antes de oler el día
Ya están vestidos, ya se van por la calle.
Y es sólo entonces
cuando están muertos, cuando están vestidos,
que la ciudad los recupera hipócrita
y les impone los deberes cotidianos.[4]
Así también dirá Idea:
Es otra
acaso es otra
la que va recobrando
su pelo su vestido su manera
la que ahora retoma
su vertical
su peso
y después de sesiones lujuriosas y tiernas
se sale por la puerta entera y pura
y no busca saber
no necesita
y no quiere saber
nada de nadie.[5]
No diré mucho más porque sería extenderme demasiado. Creo que son mucho más válidas las citas que mis palabras pero el sólo trabajo de selección supone una postura, además de ser un humilde homenaje y, tales cosas, ya me dan satisfacción.