martes, 28 de febrero de 2012

Mujeres sin marido. Ficción, género y cultura.


De Hilia Moreira.

En sus libros, la doctora Hilia Moreira, define la semiótica como «un lugar desde el cual se estudia el universo, considerándolo como multiplicidad de lenguajes.» 1 (1994: 9); vale esta última aclaración pues algún desprevenido podría llegar a considerar a la semiótica como una especie de proyecto espacial. De todas formas es un proyecto, un proyecto que nace con los estudios más contemporáneos de los signos que realizaran, casi al mismo tiempo pero desde diferentes especialidades, Ferdinand de Saussure y Charles S. Pierce. El primero, interesado en el lenguaje a partir del cual elaboraría su teoría de los signos lingüísticos, el segundo, desde la pragmática, tratando de entender el signo como una entidad naturalista, que se conforma dentro de la mente de cada individuo. Así, Pierce, se acercaba más a pensar el mundo como una gran construcción de signos. La obra de Moreira, por su parte, parece entroncarse con la rama que desplegó, originalmente Roland Barthes (proyectando un estructuralismo Saussureano) que, como crítico de la cultura, aunó en su legado las perspectivas de un pensamiento más subjetivo e, incluso, con tintes psicológicos2. Línea que luego desarrolló una de las referentes de nuestra autora, Julia Kristeva, a quien, Moreira, homenajea en su capítulo final, junto al también semiólogo, profesor y poeta uruguayo Jorge Medina Vidal que introdujo tempranamente a través de sus cátedras en Humanidades nociones de la pensadora franco-búlgara.

Mujeres sin marido no es la reivindicación de la soledad femenina, ni mucho menos, sino una visión de la mujer en relación con la sociedad, una mujer que se mueve en un universo de signos, los interpreta, los reproduce y los interpela, configurando, algunas veces, nuevos parámetros de significados. Así, leemos en la página 23:

«Este libro aparenta centrarse en las mujeres. Pero su foco encubierto es el género masculino. Al recorrer su destino, las damas que aquí figuran suelen ir acompañadas por un hermano, un padre o un amante. A veces, por un esposo. Esos hombres las incitan a educarse, respetan su trabajo, las defienden y hasta lloran públicamente por ellas. De ese modo muestran que, en diversas épocas y culturas, el modelo masculino convencional tiene sus fisuras.»

Moreira, analiza para llegar a estas conclusiones múltiples elementos significantes, desde la literatura hasta las publicidades que recubren la ciudad.

De esta forma, Mujeres sin marido se convierte en una referencia amena, con capítulos breves y contundentes a los que sus lectores ya están acostumbrados desde sus trabajos anteriores. La amplitud conceptual de la autora permite al lector salir del libro enriquecido y un poco más predispuesto a encarar el “universo” desde otras perspectivas, realizando diferentes lecturas de una realidad que (en ocasiones y casi siempre por pereza mental o por malintencionadas necesidades de un público no pensante), puede parecernos uniforme, sencilla de entender o explicar si mantenemos (a riesgo de petrificar nuestra inteligencia), tal o cual postura.

A modo de ejemplo de lo mencionado arriba, el capítulo 8, “La mujer velada en el mundo del marido”, plantea las cuestiones relativas al velo de la mujer en las sociedades islámicas. Es casi predecible la rápida postura que podríamos asumir los lectores más “occidentalizados” pero, Moreira, enfoca la cuestión también desde otras configuraciones:

«El hijab se vuelve metáfora de la lumbre hogareña y apela, de esa manera, al honor de los varones. Mediante su tapado, la dama está en condiciones de viajar y trabajar sin que nadie la moleste.
Todavía más: el manto femenino significa superioridad social que el Islam atribuye a la mujer. Al ir cubierta, la señora puede observar todo sin ser vista. Por consiguiente, su velo le permite adueñarse de un conocimiento del que carece hasta su propio marido. Al contar con un saber que ha obtenido sigilosamente, la esposa se transforma en asesora de su esposo.» (p. 51-52).

El texto continúa presentando algo que, si mantenemos una única perspectiva, podríamos ver como una paradoja pues se asume que la libertad estética que otorga un velo impide presiones sociales que, en muchos casos, llevan a las mujeres a teñirse el cabello, realizarse tratamientos invasivos o cirugías peligrosas, así como a obsesionarse con la masa corporal.

Con una sencillez, a veces aplastante, nos invita a repensar nuestros propios valores en una época en la que especialmente se ha puesto de moda criticar ciertas ortodoxias ajenas sin ver las abismales asimetrías que, sin considerar, perpetuamos como individuos y como sociedad. Podríamos, para esto, comparar la tasa de muertes por violencia doméstica que contabiliza el Uruguay solo en este año. Vale aclarar que Moreira, no hace juicios de valor sobre una u otra situación (incluso esta última cuestión forma parte de una planteo personal de quien escribe estas líneas), pero se movilizan de tal forma las ideas que es imposible terminar ningún capítulo, sin reacomodar aunque sea mínimamente nuestro pensamiento.

Moreira, Hilia. Mujeres sin marido. Ficción, género y cultura. Montevideo, Trilce, 2012. 152 págs.

Notas:
1 MOREIRA, Hilia. Cuerpo de mujer. Reflexión sobre lo vergonzante. Montevideo, Trilce, 1994.
También puede consultarse: Caricias. Entre la violencia y la ternura. Montevideo, Trilce, 2001.
2 ZECCHETTO, Victorino. Seis semiólogos en busca de un autor. Buenos Aires, La Crujía ediciones, 2008.

[publicado en diario El Pueblo, de Salto, 26/02/12 http://www.diarioelpueblo.com.uy/titulares/mujeres-sin-marido-ficcion-genero-y-cultura-de-hilia-moreira.html]