jueves, 15 de marzo de 2012

El frasco azul, de Washington “Bocha” Benavides

El Maestro no necesita mayores presentaciones. Por eso (por si acaso algún desprevenido), nos remitimos a citar el primer párrafo que encontramos en la solapa de su último libro: «(Tacuarembó, Uruguay, 1930), es uno de los más prestigiosos intelectuales uruguayos. Premio Morosoli de Plata por su labor literaria (Fundación Lolita Rubial, 2003); Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Montevideo (Junta Departamental de Montevideo, 2004); recibió –del Parlamento Cultural del Mer.Co.Sur, junto a Mario Benedetti– el Diploma de Honor por el aporte a la cultura (2005). »
¿Qué son los frascos azules? Utilizamos el plural porque si bien existe un primer frasco (texto) que se presenta como el abanderado sobre los siguientes, el de «vientre azul […] que me llenaba de miedo pero, a la vez, me hechizaba» (pág. 9), este se convierte en la caja de Pandora que enceguece al gurí evocado por el poeta, y hace olvidar todo lo demás, así como lo harán luego con el muchacho, en un juego de extrapolación que va más allá de lo literario, las obras de Borges, esos «tomos grises» (pág.10). Entonces, los frascos azules son una alucinación consciente, un viaje hacia ese asombro de las cosas que «nos sirven como tácitos esclavos, /ciegas y extrañamente sigilosas!» (Borges, “Las cosas”, 1969), o son cosas que solo existen como realidad poética para ser “revueltas”, al decir de Valera sobre Darío «Usted lo ha revuelto todo.», comenta el español sobre el libro Azul del nicaragüense, en una cita que recuerda John Filiberto, que lo llevará también a recordar: «el motivo de la “flor azul” en Enrique de Ofterdingen (1802) de Novalis, la flor azul traída del sueño en Coleridge y aún en el Simbolismo, “El pájaro azul” (1908) de Maeterlinck.» y por qué no, agregamos, los “Tigres azules” que aparecen en las páginas de La memoria de Shakespeare, de un Borges de 1983.
Benavides pone de manifiesto en El frasco azul un lenguaje sencillo, oportuno para la evocación y naturalmente poético que dice sin vueltas lo que debe decir para arribar al fin último, la belleza; belleza bordada con hilos de una gran erudición que pueden llevar a muchos lectores a pasarse horas buscando referencias que se hacen con la misma sencillez con la que el profesor Benavídez mantiene cautivos a sus estudiantes en Humanidades (y esboza una sonrisa cuasi cómplice porque sabe que más de uno saldrá disparado hacia la biblioteca a buscarlas).
Por su cuidado la edición es perfecta, casi podríamos asegurar que valdrá también como objeto de colección pues, además de presentarse en un tamaño relativamente pequeño (19 x 11,5 cm.), lo que la hace muy cómoda, exhibir en su arte de portada una obra de Pablo Benavídez, hijo de Washington, y gran pintor uruguayo, estamos casi seguros que su primera edición no ha sido muy numerosa, lo que realzará aún más su valor en el futuro para aquellos que la conserven.
BENAVIDES, Washington. El frasco azul. Montevideo, ediciones abrelabios, 2011
PD: caro profesor, mi edición de las Obras Completas de Borges ostenta, bajo unas cubiertas amarillas, tapas azules.