miércoles, 18 de marzo de 2009

Urgencia

Menos tus ojos
Todo es oscuro
Menos tus ojos
Todo lejano
Todo pasado

Menos tus ojos
Azul de mar en calma
Calma azul del mundo

Menos tus ojos
Todo es invierno
Todo es tiempo
Perdido
Todo es búsqueda
Menos tus ojos.

Urge la caricia
Abismal // siniestra
Desde una entraña hacia ese otro espacio plural
Tibio
Descastado
Urge el beso
La silueta
Los pies desnudos
En ritmo de ola
Urge
Y la urgencia descansa
En el verso

Nota aclaratoria: es mi deber decir que hace algunas horas me encontré con este poema de Miguel Hernández:

(59)
Menos tu vientre,
todo es confuso.
Menos tu vientre,
todo es futuro,
fugaz, pasado
baldío, turbio.

Menos tu vientre,
todo es oculto.

Menos tu vientre,
todo inseguro,
todo postrero,
polvo sin mundo.

Menos tu vientre
todo es oscuro.
Menos tu vientre
claro y profundo.

No es fácil refutar este evidente plagio, pero, como nadie osó decirme nada (no creeré que ninguno de mis poquísmos, pero formados, lectores no se haya dado cuenta), aclararé algunas cuestiones que pueden servir de marco también conceptual para una (burda, pobre, todos esos adjetivos valen) teoría de las "influencias" literarias. No creo haber leído este poema recién ahora, seguramente lo conocí mucho antes y, es la única vuelta que le encuentro, quedó grabado en mi inconsciente, lo que hizo que, en alguno de mis ejercicios, emergiera como si yo (pobre de mí) lo hubiera elaborado, lo hubiera imaginado siquiera. Me pasó algo similar con un cuento: "La jaula", el cual se parece mucho (como un canto rodado a un diamante) a un cuento que, eso sí no olvido, leí sólo una vez en mi vida pero, mi memoria narrativa predomina sobre la poética, después de haber escrito aquel, y lo leí porque me avisaron que era igual, estoy hablando de "Una rosa para Emily" de W. Faulkner. Sí había leído algunos Faulkners, pero ese cuento no.
De todas formas, "Quién podrá condenarme...", dice Jorge Luís, sí he visto (he leído) ejemplos menos notables de todo esto de lo que hablo, citaré el último que, entre otras cosas, me deparó una discusión con una correctísima profesora de literatura incapaz de poner en tela de juicio a ningún escritor que publique en Alfaguara o Anagrama (eso tienen las editoriales con "A" sólo publican genios irrefutables), el caso es que, habiendo leído yo "El gaucho insufrible" comenté que era una pobre parodia de "El sur", del antecitado escritor (cómo estoy pa los neologismos eh) y que, aclarada por parte de su autor la intencionalidad del cuento, es decir a pesar de eso, no lograba nada, digámoslo académicamente, no lograba nada como la gente. También me pasó que hace unos días, en la nada menos que linda Feria del libro montevideana, tuve que bancarme a una señora leyendo un cuento que "retomaba" los días de encierro (y un diálogo con su conciencia, con su alter-ego, en fin), de Cervantes, antes de escribir el Quijote, y aquí se me disparan las ideas, ¡cuánta originalidad!, ya se me vienen a la cabeza tres cuentos, mucho más ilustres, que retoman la idea de ponerse en la piel del autor antes de publicar una gran obra. Por favor, ¿necesitamos volver a Cervantes?, si no hay ideas, ¿por qué no mejor dedicarse a leer y dejar a los que sí las tienen escribiendo libros? (no me pongo como un ejemplo de escritor puesto que por cada línea infeliz que escribo leo uno o dos libros). Podría citar a Cohelo (no se rasguen las vestiduras, lectores de best-sellers, no dejará de escribir porque yo lo enjuicie), y su gran novela El alquimista, frente a un cuento que, jeje, les toca a uds. descubrir.
Sirva esto como intento de redención.

sábado, 14 de marzo de 2009

San Petersburgo, 1907.

Raskolnikov se despertó aturdido, su cuarto seguía siendo el mismo, pero parecía que todo fuera extraño, hasta su cuerpo. Revisó sus movimientos y eran pesados, dolorosos, quizás estaba realmente enfermo como decían o quizás las largas horas de sueño no habían sido del todo reparadoras. Echó una rápida ojeada a su cuarto sucio, maloliente. Recordó que la empleada había dejado de limpiarlo hacía mucho tiempo, recordó también que su cuerpo necesitaba agua desde unos cuantos días. No sentía hambre pero le dolía el estómago como si hubiese vomitado las entrañas toda la noche. Recordó el transcurso de dos días sin probabar bocado. Su miedo era más fuerte. No podía bajar, no debía abandonar la habitación por forzoso que le fuera. El sobre debía estar por llegar. Sólo después de eso podría comenzar a gastar dinero sin que nadie sospechara nada. Hasta ese momento estaba atado. Buscó qué hacer, su cabeza intentó pensar en otra cosa pero su estómago y sus músculos le recordaban la peor noche de su patética vida. No podía dejar de pensar que el sobre podría tardar días en llegar y hasta ese entonces estaba atado. ¡Atado!, atado... la palabra le sonaba el mejor sinónimo de preso y no encontraba otra mejor para su situación. Estaba preso de sus actos, no iba a dejar de atormentarse por el resto de su vida pues su azaroso crimen había sido perfecto. Nunca nadie lo sospecharía y él cargaría solo con eso por siempre. Quizás con un cómplice todo hubiese sido más fácil pero solo era imposible de sobrellevar. No, no podría, necesitaba aflojarse el cinturón de la conciencia. Necesitaba volcar esa mancha invisible pero acusadora sobre alguien más, aunque fuera descubierto. Sólo si alguien más sabía de "aquello" podría soportarlo vivo. "Porque el crimen es mío mientras sólo yo lo sepa, luego, también recaerá en toda la humanidad. Porque el mundo me llevó a esto, porque así no soy yo el único culpable" Necesitaba descargar su peso, volver a ser parte del mundo. Necesitaba descansar. El crimen ya estaba hecho, ahora necesitaba el castigo.