sábado, 9 de enero de 2010

Helena Corbellini: El sublevado. Garibaldi, corsario del Río de la Plata, Sudamericana, Montevideo, 2009

Nota: este artículo lo escribí para una revista, pero como salió TAN recortado creí que debía aparecer en su formato original en este lugar que es absolutamente mío.


El sublevado. Garibaldi, corsario del Río de la Plata, apareció este año en el mes de noviembre. Su autora, Helena Corbellini es uruguaya, nacida en Montevideo en 1959. Reside actualmente en Colonia. Destaca, entre sus obras: Laura Sparci (1995), La novia secreta del Corto Maltés (2000), y La vida brava. Los amores de Horacio Quiroga (2007).


Recurrir a personajes históricos, más si estos no fueron grandes héroes sino personajes secundarios de la historia, es ya una práctica común, incluso desgastada. No deja de ser este un medio sencillo para lograr una novela que parezca atractiva. El lector incauto pensará quizás que será este el mejor medio de entretenerse y aprender a la vez una lección de historia. A todo esto puede, y debe, sumársele el amparo de una editorial de renombre, y tenemos un best-seller en potencia.

Helena Corbellini, la autora del conocido libro sobre “Los amores de Horacio Quiroga”, se interna en el tiempo de Rivera, Oribe, Juan Lavalle y Rosas, específicamente desde el 9 de junio de 1937 hasta el 1 de julio de 1938. Estas fechas coinciden con la aparición en el Río de la Plata del carismático y libertario Giuseppe Garibaldi.

Este avezado navegante recorrió parte del Brasil y sus vecinos países entre 1836 y 1848. Participó en varios acontecimientos bélicos bajo la consigna de la independencia. En 1836 fue capitán de barco en la insurrección secesionista de la república brasileña de Rio Grande do Sul que culminó en fracaso. Su huída en 1937 hacia costas uruguayas, amparada en contactos y ayudas clandestinas de sus hermanos francmasones, da pie al inicio de la novela.

Pero esta no es la novela de Garibaldi. El título puede hacernos pensar en batallas navales, o acciones heroicas por parte del italiano que, sin embargo, no suceden. La verdadera protagonista es Pandora Santos, una adolescente uruguaya de dieciséis años que, cautivada por la agraciada figura del aventurero, corre riesgos inmensos, asesina y se disfraza de hombre entre marinos, movida por una pasión casi exclusivamente lujuriosa. Como apunta Liliana Viola, en su artículo sobre La vida brava. Los amores de Horacio Quiroga, de la misma autora: es esta [tanto Pandora Santos como María Bravo] otra figura femenina construida quizás con “la buena intención de construir mujeres interesantes, [pero con las que] se tergiversa y oculta una visión de mundo que ha formado parte y causa del sometimiento de tantos años.

Aunque sin dudas, Pandora Santos muestra actitudes que elevan la figura femenina por sobre cualquier pretensión de disminuirla, algunos pasajes de la novela por demás violentos o lujuriosos pueden ser entendidos como mera chabacanería. Ejemplo de esto es el siguiente párrafo que recuerda, por contraste, las descripciones sexuales de Milán Kundera, o el argentino Andrés Rivera, más cercano espacial y temporalmente: “Le desabotono los pantalones y los dejo caer sobre sus botas, allí mismo, parado frente a mí. Le acaricio el miembro viril hinchado, primero con suavidad y luego lo aprieto lentamente con una mano. Me lo llevo a la boca, lo beso y lo succiono con deleite. Jadea. Me toma la cabeza entre sus manos para apresurarme, pero se las empujo y continúo con la misma lentitud exasperante. Juego con aquel juguete nuevo y usado, tibio y agrio. Por momentos quito la boca y cuando él intenta protestar, yo le paso la lengua en círculos por la punta.

Ocho capítulos alternan diarios íntimos, relatos de personajes secundarios y cartas que, en ocasiones, parecen dar cuenta de las intenciones novelísticas de los emisores, cuestión que aleja mucho el concepto de verosimilitud del relato y sus personajes. Escrita con corrección absoluta la historia es estimable, aunque la novela no ofrece un solo pasaje memorable.

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