Suelo tender la cama siempre después de
levantarme. En mi antiguo apartamento, en el barrio Goes, siempre que regresaba
de trabajar, y por más lisa que hubiera dejado las frazadas, encontraba una
mano pequeña marcada en el espacio de mi cara.
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Una hermosa mujer está sentada en un banco
de nuestra principal plaza. Parece impaciente, tal vez espera a alguien. Es
delicada y su piel se eriza con el más leve arañar de la brisa. Cuando cree que
nadie la observa se escarba la nariz, saca bolitas blancas como de pan y se las
da de comer a las palomas.
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Alguien está leyendo un blog, quizás usted mismo que está leyendo este. Descubre entonces que las letras son las mismas que escribió hace un tiempo atrás en una vieja libreta escolar. Va a revisar cajones y viejos papeles, pregunta, se extraña y sigue buscando. No logra encontrar nada y cada vez recuerda con más claridad que fue esto mismo lo que escribió.
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