miércoles, 8 de julio de 2009

No todo lo que brilla es Borges

¿Existe literatura argentina después de Borges?

De responder: Cortázar o Artl yo le pediría que se esfuerce en pensar un poco más.

Es sabido que Jorge Luís Borges marcó un punto de inflexión en la literatura de este país. Muchos hablan de un antes y un después de Borges en la literatura hispanoamericana e incluso, algunos más osados, hablan de un antes y un después en la literatura universal después de este. Yo no me arriesgaría a tanto por lo mismo que expresa este autor, luego de una enumeración universal y previsible de las cosas que son “su fama”, “Ninguna de esas cosas es rara y su conjunto me depara una fama que no acabo de comprender” (La Cifra, 1881)

Pero este artículo se trata justamente de todo aquello que no es Borges y que, con mucha seguridad, es necesario dar a conocer.

Por razones de espacio citaré sólo unos pocos ejemplos de literatura argentina contemporánea que es destacada y que muchas revistas literarias suelen olvidar por no ser nombres que llamen la atención de por sí. Recuerden aquello de que, usualmente, el nombre de la obra suele ser tipográficamente mayor al del autor en la tapa de un libro pero si se trata de un Gabriel García Márquez, de un Julio Cortázar, un Vargas Llosa, del propio Borges, o de cualquier figura que, en su medio, sea ya reconocido, la cosa es al revés.

Para finalizar, y pasar al breve catálogo de autores que he seleccionado, debo aclarar que casi ninguno (o ninguno) deja de resaltar la importancia trascendental de Borges aunque todos estén muy lejos de su cosmovisión y estilo. Me ocuparé, primeramente, de: César Aira y Osvaldo Lamborghini.

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César Aira:

César Aira, con seguridad, es uno de los más versátiles escritores de este momento. Con medio centenar de novelas o novuelles hasta la fecha es poco conocido aún fuera de ámbitos académicos donde, por suerte, al menos se lo nombra.

En Uruguay no es sencillo acceder a su obra, como no es sencillo acceder a la de ninguno de los mencionados en la introducción. Las distribuidoras suelen sacar de catálogo los libros que han estado más de dos o tres años en plaza y no se vendieron. De todas formas podemos encontrar algunos títulos como, Embalse, Los misterios de Rosario, El congreso de literatura o, en este caso por su carácter de “última publicación”, puede accederse con menos dificultad a un conjunto de cuatro novelas que, por su tópico basado un poco en los cómics de superhéroes, conforman una sola obra, Las aventuras de Barbaverde, un poco más extensa (380 pág.) que las que acostumbra presentar Aira.

En múltiples entrevistas se define como un es escritor de nouvelles “Mis historias se han ido haciendo más breves con el tiempo; ya me cuesta pasar de las cien páginas, y me da trabajo convencer a los editores de que hagan un libro con eso. […] No entiendo qué tiene de malo un libro de pocas páginas. Como lector, son mis favoritos.”[1]

Critica duramente a Sábato y Cortázar, poniendo, por ejemplo, sobre este la figura del uruguayo Felisberto Hernández: “Felisberto es un escritor genial al que Cortázar no podría aspirar siquiera a lustrarle los zapatos[2]”. También reconoce algunos maestros tutelares como Manuel Puig, Alejandra Pizarnik, Osvaldo Lamborghini y, algunos críticos de su obra, resaltan puntos de contacto con Macedonio Fernández. Con respecto a Borges declara: “…creo que mis primera lectura seria fue la de sus cuentos. […] No sé si yo era un chico inteligente o Borges tiene algo que también sabe atrapar a la juventud. Yo era jovencísimo, pero aún así sentí toda la grandeza, la elegancia, la exquisitez de sus textos, eso que es casi un veneno porque nos mal acostumbra y después todo lo demás en literatura parece no estar a su altura.” (Op. Cit.) Un último referente en su literatura es quizás Roberto Arlt, aunque de él sólo dice que es uno de los dos grandes y que su obra se completa con algunos vigorosos afluentes del expresionismo arltianos.

Dentro de aquella línea de precedentes suele definir su literatura como un experimento que, en ocasiones, recuerda algunas propuestas vanguardistas donde es más importante el proceso de creación que el resultado obtenido: “escribo mis novelas casi como diarios íntimos. Empiezo a partir de una historia, de algo que surge y me parece atractivo, sugerente, o por lo menos potable, y arranco a ciegas, no sé muy bien hacia dónde va a ir el texto, porque las ideas son siempre de una escena de comienzo, apenas de una posibilidad. Y después, voy escribiendo.” (Op. Cit.)

Por otro lado, su lenguaje llano puede no ser tomado como tal en la medida en que sus delirios alegóricos, simbólicos o sus traspasos de discursos que presentan una multiplicidad de dimensiones pueden confundir o incluso atormentar al lector. Pero, quizás como forma de remediar esto, Aira propone escasos juegos de lenguaje y rara vez se vuelca hacia una prosa que tenga algo de poética, más bien, y casi deliberadamente, utiliza un registro coloquial, principalmente cuando participan de la narración sus personajes que, en ocasiones, son paradojales como un “chacarero bruto” filósofo o un superhéroe, protagonista desde el título, que no participa nunca de la acción y ni siquiera aparece debido a su “perfil bajo”.

Con juegos narrativos como la casualidad llevada al extremo, la deliberada intención de resaltar la inverosimilitud del relato, las tramas laberínticas que muchas veces dejan al personaje justo donde empezó después de haberse movido en un sentido diametralmente opuesto o la inserción de los nombres de algunos de sus críticos o estudiosos de su obra en una novela que relata el Fin del Mundo (tópico que se repite en otras) en Rosario (ciudad que sostiene también más de una de sus historias), Aira invita al sinsentido constante, a la desazón feliz de no saber nunca qué irá a ocurrir o, ya en un plano más serio, a la crítica de los cánones narrativos legitimados. En ocasiones el lector es sorprendido en una frustración total de las expectativas y uno creería que el escritor sale riéndose sotto voce tras cada uno de sus títulos.

Creo que debe leerse a Aira sin ánimo de “estudiarlo” o de buscarle los sentidos. La interpretación no le sirve a sus relatos aunque más de una de sus novelas puede ser leída en clave de ensayo sobre el nuevo arte de inventar historias.




[1] Entrevista a César Aira por Ernesto Escobar Ulloa

[2] Literatura: Entrevista a César Aira: “El mejor Cortázar es un mal Borges”, Clarín.com

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