Allá donde el viento es blanco y el sol se mira a través de las nubes de niebla.
Allá donde un recuerdo no encuentra sitio para
estacionarse.
Más allá mucho más allá de los árboles y las miserias, de
unos ojos verdes terribles como manzanas de Magritte, como las manos de un
ahogado, como la furia del cemento a las cuatro de la tarde en pleno enero.
Allá donde no existe el cuerpo, las caricias en punto a
una hora blanda, ni las miradas cómplices.
Donde una boca se parece al recuerdo de un beso y las
pestañas son trampolines del deseo.
Allá donde los pies hicieron agujeros siniestros en la
almohada como pétalos de fuego. Donde la risa amaga ser una sentencia y el
veredicto es costumbre. Donde tus dientes muerden el naufragio y la piel se
escapa a gritos por la ventana. Donde las flores se suicidan de corbata.
Donde un suspiro aspira a ser ruido de mar entre las
caracolas.
Allá donde la tarde es áspera y en la luna a veces nieva.
Ahí está tu olvido.
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