martes, 28 de diciembre de 2010

Presentación del libro Imagina el desierto, de Gerardo Ferreira


Presentación del libro Imagina el desierto, en Biblioteca Nacional, setiembre de 2009.
link al libro

Si bien algunos me conocen, siento que debo justificar mi presencia aquí entre poetas.
Después de haber leído mi libro, algún que otro artículo y, creo que, fundamentalmente, después de haber compartido una charla y un café, Gerardo me invitó a compartir esta mesa, a imaginar su desierto poblado de palabras que ya verán ustedes no son sólo palabras, son creación. Yo me sentí valorado, como escritor y como profesional de las letras. Con sinceridad me siento hoy el más honrado de esta sala.

Conocí a Gerardo a través de sus letras, él había publicado un poema en la conocida revista Paréntesis y estaba muy enojado porque le habían cambiado la última letra de su apellido. En vez de Ferreira era Ferreiro, y eso lo hizo escribir un mail al editor de la revista y enojarse bastante porque ese no era él, según él. Es muy gracioso ver a este señor enojado…
Pero sí era él y cada vez lo es más. No es para nada casual que aquel poema se llamara “Sed (de ser)”, poema que ahora es el número III en este libro. Con escasas modificaciones que mejoran quizás el sonido y el ritmo, pero no cambian en nada la esencia de aquella “sed” primera.

Y yo estoy aquí además, no tanto por amistad, que la tengo con este autor, sino porque padezco felizmente de la misma “sed”. Y el agua que corre en el mismo sentido en algún punto ha de encontrarse.

Pero esa “Sed”, y estoy seguro de esto, no es un ansia de gloria (“gloria que es estrépito y ceniza”, dice Borges), sino las ganas de… ganas de construir con palabras: “Cuanto miren los ojos creado sea…”, dice a su vez Huidobro en su Arte poética. Pero además de esas ganas de crear, está la necesidad de decir, pero de decir la belleza de las palabras. Y, en este camino, la publicación de un libro es un pequeño oasis que dará agua a más de un lector sediento, ya que en el desierto estamos.

Pero lo que se impone hoy es el libro, no Gerardo, no su simpatía o antipatía si es que con alguien la tiene. Recuerdo las palabras del poeta salteño Jorge Pignataro aclarando qué debe ser presentar un libro. Él dice que es algo así como presentar una persona a otra, hay que hablar un poco del presentado, describirlo, enfrentarlo al otro, para que luego esos dos, que serán en este caso ustedes y el libro, se conozcan sin intermediarios.
Entonces, un total de 26 poemas se nos presentan en 4 secciones. Pero el tiempo es corto y sólo haré algunas menciones.

El poeta inicia sus versos con una aseveración: “Soy nuevo” y todos sabemos el peso que tal situación acarrea a un escritor joven, y creo que hay un plus de dificultades para los poetas. Y en el mismo poema realiza una especie de inventario, pero por la negativa, es decir, se define a través de lo que no es o no hace:

no me abotono el primero de la camisa
no me guardo en un cajón como algo que no usaré en invierno
no soy un llaverito


Versos significativos todos, y verso por demás simpático el último, pero de esa clase de simpatía cuya sinceridad termina imponiéndose con dureza. El poeta no es un mero adorno de la cultura. “La literatura es la expresión, el termómetro verdadero del estado de la civilización de un pueblo”, dice Larra en 1836. Y esta idea de Gerardo, junto con la de Larra me llevó a pensar en nuestras formas de lecturas, en la “Supersticiosa ética del lector” que Borges propone. Donde el lector ya no se fija en la eficacia o ineficacia de una página, sino en las habilidades aparentes del escritor, en los recursos que despliega, en sus “tecniquerías”, las llama él.

Y esto viene a cuento porque precisamente este es un libro sin tecniquerías. Un libro que apunta a un lector en el sentido ingenuo de la palabra no a esos críticos potenciales que somos todos los que creemos que hemos leído mucho y además estudiamos literatura (y encima esto de ser crítico potencial al uruguayo le cuadra muy bien).

Me detendré en algún verso. En el poema “algarrobo” (referente muy simbólico de este libro, yo diría que es su piedra angular), se añora una sencillez singular, sin aspavientos retóricos, sólo la esencia, tomaré un ejemplo de esto:

dentro de ti aún habita aquel fulgor
aquella cinta celeste:
la vincha que te sostenía el pelo de pequeño
las mismas vaguesas, el animal preferido
dentro de ti aún corren carreras otros niños
juegan a la mancha:
moverse era eso, chocar contra el cemento
quebrarse, llorar, y gasa de por medio volver a moverse


Bajo estos preceptos me parece clave destacar la sencillez del lenguaje. Ferreira no utiliza “palabras difíciles”, como dicen mis alumnos, ni siquiera lo intenta porque su cometido es otro. Su cometido es lo realmente difícil, despojarse y dejarse leer como leíamos quizás cuando nos comenzó a gustar eso que ahora podemos llamar literatura, y que antes eran libros que caían bajo nuestra mirada ansiosa de historias, de belleza, de música, cuando no nos costaba:

entrar en la desnudez del mar
desnudo
(dice Ferreira)

Conocer a tal o cual poeta, sobre todo si es contemporáneo y nuevo, puede ser producto del azar. Lo que sí no puede serlo es la valoración que hagamos de él.


Ferreira tiene madera de algarrobo, tiene la certeza de la “Sed”, una sed que está tallada a mano, a lápiz también se podría decir, y que tiene forma de cuenco, es decir, una sed que invita a beber.
Pero, en este camino que por el bien de nuestras letras no debe abandonar, tiene sobre todo otra certeza, la certeza del descenso de los astros, que le son auspiciosos:

hay grandes chances de que hoy sea un buen día
algo me dice que los astros bajarán esta misma noche
comerán uvas al pie de la parra, leerán bajo toda ella
sí, hay grandes chances
hay grandes chances de que hoy me toque verlos en faena


Y como entra firme y seguro en este camino, y con voz propia, sé que lo siguiente será también un éxito y así lo siento y se lo deseo de todo corazón…

No hay comentarios: